Gustavo Romano

inicioselección de obras | curriculum | bibliografía 


bibliografía volver al listado »  


 

 

Ecos del Obispo Berkeley
Operación neoconceptual donde se utilizan diversos dispositivos ópticos

por Rodrigo Alonso
Revista Ramona N1, 5/2000

Tres acciones
Gustavo Romano
29.3 al 30.4 Ruth Benzacar

Encender un fósforo y observarlo hasta que se apague. En la simpleza de una acción cotidiana, Yoko Ono y los artistas de performance de las décadas del '60 y '70 buscaron exaltar lo inmediato frente a la creciente cultura de la mediatización. En Tres acciones, Gustavo Romano recupera críticamente la dialéctica entre la acción y su documentación que atraviesa la obra de estos artistas.

Como buen operador neoconceptual, su enfoque no se centra en el acto sino en los medios, no en la experiencia sino en la traducción. A una estética de la presencia, Romano opone una práctica de la differance, manifestada en una doble elisión espacio-temporal: los desplazamientos de escala mediados por dispositivos ópticos (la magnificación de un telescopio, la miniaturización de un satélite), la distorsión de la duración (y de la durée) de un acontecimiento inducida por el registro videográfico.

Sin embargo, la propuesta excede la mera relectura estética. Las acciones mediatizadas omiten el dato sensorial en función de una comprensión intelectual que señala las distancias entre el ver (mirar, observar) y el percibir, entre la sensación y el acto de conciencia. Delatan una construcción de la realidad para la cual los sentidos como la percepción se demuestran inservibles e inútiles al conocimiento, en la medida en que surge de una particular conjunción de la información más allá de la cual (en los niveles macro y micro), el mundo cede al terreno de lo imperceptible.

La acción supone el mundo físico. Para los medios, este es un dato intrascendente. En última instancia, en sus Tres Acciones, Romano cuestiona la posibilidad misma de lo real, haciéndose eco de Berkeley, para quien "en cuanto a la materia inerte e insensible, nada de lo que percibe tiene la menor conexión con ella ni lleva siquiera a pensar en su existencia." (Tratado del Conocimiento Humano, 8 LXXII).

| volver atrás |

____________________________________________________________

 

Gustavo Romano, la poética tecnológica.

por Jorge López Anaya
Diario La Nación, Arte, 9/4/2000

 

En el Nuevo Espacio de la galería Ruth Benzacar, dedicado a los jóvenes creadores, expone Gustavo Romano (1958). Desde sus primeras presentaciones, este artista desarrolla una estética neoconceptual fundada en el uso, por cierto inteligente, de nuevos medios como el video, la fotografía, las técnicas digitales, Internet y, recientemente, la foto satelital.

La muestra, titulada Tres acciones, está integrada por excelentes trabajos fechados en el año 2000. Lighting Piece es un video realizado sobre la base de una acción de Yoko Ono, que muestra la llama de un fósforo que nunca se apaga. Acción para un sueño obliga al espectador a mirar a través de un telescopio.

Finalmente Pixels es una instalación fotográfica para la que se utilizó una fotografía satelital y otras tomas, realizadas desde menos altura. Es importante el texto programático de la acción, colocado al lado de las fotografías, en el que se detallan las estrategias de producción de la obra, cuyo conocimiento es indispensable para descifrar el sentido.

Cualquier reflexión sobre la instalación de Romano adquiere certidumbre sólo con el conocimiento del programa, que es parte indivisible de la obra. No es posible gozar de ella con una aproximación inocente, librada a la especulación sobre la forma. Pero ni esta condición conceptual ni la tecnología evitan el nivel poético presente en estos trabajos como enmudecimiento o silencio.

Gustavo Romano obtuvo un importante reconocimiento con su muestra individual de video-instalaciones realizada en el ICI en 1994. Recientemente participó en la exposición Borges.es, en Madrid, y en la II Bienal del mercosur, en Porto Alegre, Brasil. Durante el corriente año expondrá en la Bienal de La Habana, Cuba.

| volver atrás |

____________________________________________________________

 

Tres acciones

por Arturo Carrera
Bs.As., marzo de 2000.

 

Me jacto de experimentar, duraderamente "maravillado", las Tres acciones, todavía sin título, de Gustavo Romano. Se trata precisamente de eso: acciones cuyos nombres van a evolucionar hacia la invención continua de sus títulos, como el durmiente que dijo que soñaba con la pregunta ¿por qué vuelo yo en mis sueños? Y donde comprendemos que Imaginar un sueño digital es la simulación de la esperanza de un sueño recobrado en lo doméstico: el Tiempo. El tiempo que tardaré en apagar una vela de pabilo infinito; el tiempo que tardaré en pixelar una superficie de vigilancia invisible, etc.

Acciones donde el objetivo no es la acción pura —que está elidida—, sino el registro, siempre posible, de la acción.

Tuvimos en un híbrido librito de los años ‘60, Pomelo, de Yoko Ono, las primeras propuestas o alzados de acciones imposibles, es decir "poéticas", es decir infinitas. "Contar todas las palabras del libro en vez de leerlas...reemplazar todas las palabras del libro por números y leer..."

Pero como nos explica Gustavo Romano: "...hay una vuelta de tuerca sobre esas acciones de los ´60, dado que hoy están atravesadas de tecnología. La tecnología les agrega un componente que las fractaliza, que las desarticula. Por ejemplo, para el fósforo encendido que nunca se apaga, la tecnología congela el instante, hace que el tiempo no transcurra. En el caso de Pixels, la mirada vigilante del satélite aplana todo y logra la borradura donde no se percibe la acción. Y así..."

El arte —y la poesía también— buscan la conquista absoluta del espacio liso, como lo ha intentado demostrar Paul Virilio en su ejemplo del fleet in being : una flota de un solo barquito extiende su poderío sobre todo el océano; su fuerza no consiste en otra cosa que en su completa invisibilidad.

Me atrevería a decir que el poder del arte y la poesía consiste en ese avance: la tecnología no frustrará la delectación como el ferrocarril no mató ni la contemplación ni a los contempladores. La tecnología corta, sin duda, hace sección en la impresión y en el afecto como devenir, y vuelve posible e instantáneo el tiempo oscuro y apenas demorado de la utopía y del anhelo. En todo caso es la metáfora de lo que parece acortar la eternidad. Y las acciones, las instalaciones y las utopías realizables del arte conceptual —cuya actualidad no es sino una práctica soberana del tedio dichoso de los niños—, suspenden en la invisibilidad su flota, su poderío. Son otra vez el barquito de plomo que no va de un punto a otro del espacio estriado, sino al arte cenagoso de lo invisible que quiere durar.

| volver atrás |

____________________________________________________________

 

Casos de identidad

por Belén Gache
Texto para el catálogo de la muestra
CCEC, Córdoba, 1997

 

Roland Barthes analiza de qué manera la plasmación de lo que fue asocia definitivamente a la fotografía con la muerte, que aparece como una sombra fantasmagórica ligada a la aparición del doble en la imagen. La idea misma de lo que fue se relaciona directamente con la memoria, con una determinada historia personal, como un recuerdo materializado. Los rayos X conservan en este caso toda la inmediatez, la urgencia de una instantánea fotográfica. Sin embargo, su calidad fantasmagórica se presenta como muy distinta: no es el fantasma de la hiperrealidad fotográfica, del rostro más real que el rostro real, de la persona o el recuerdo congelado y vivo para siempre. Lo fantasmagórico está dado aquí por la ausencia de identidad, de historia personal o su memoria. Se trata de una indudable huella de presencia humana, al igual que la instantánea, sin embargo es una presencia humana NN, muda, amnésica, en la cual el esqueleto actúa como uniforme que sólo puede remitir a una historia genética, pre-histórica, más allá de cualquier historia individual.

Si para Barthes la fotografía más lograda era aquella cuyo referente estaba muerto, dado que de esta manera su cariz fantasmagórico se potenciaba al máximo, en la serie de los "Retratos" el fantasma se duplica por la simple razón de ser un fantasma no ya inexistente por haber desaparecido, sino por no haber existido nunca. Aquí la huella humana que conservaban las placas radiográficas, aun en una instancia pre-identidad se pierde definitivamente: la serie se basa en una serie de tomas fotográficas de personas cuya existencia es exclusivamente digital.

| volver atrás |

____________________________________________________________

 

Espejos

por Laura Buccellato
Texto para el catálogo de la
I Bienal Iberoamericana de Lima, Perú, 1997

 

Gustavo Romano realiza instalaciones con imágenes biológicas digitalizadas, con radiografías descarnadas que delatan sentimientos amorosos, videografías de un corazón sobre un elemento líquido; o la simulación de retratos identikit inventados para hablar acerca de la segmentación y la desarticulación del cuerpo humano como concepto.

Las imágenes virtuales de los órganos se asocian con una instancia en que, aún siendo específicamente humanas en cuanto a su configuración genética, aparecen previas a todo lenguaje y a toda posible forma de identidad, o posteriores a las mismas, es decir, a una instancia posthumana donde la identidad aparece completamente desintegrada.

En el centro de la sala en penunbras, G.R. ha dispuesto una batea circular llena de agua. Sobre la superficie proyecta una sucesión de imágenes de video: planos cerrados de un cuerpo humano sumergido que se desplaza a la deriva, tomas de hemodinamia - impresiones en rayos X de la circulación sanguínea- , turbulento oleaje de un mar mínimo, o reflejos de luz en un ojo de aguas quietas.

G.R. de acuerdo con la tradicion clásica griega señala dos tipos de viajero: Ulises, quien emprende grandes travesías en busca de respuestas, y Edipo, quien descifra su enigma por medio de un viaje interior.
La piel, percepción de interior-exterior en las fronteras de los cuerpos, fundiéndose con el líquido y la luz que la rodean, o traspasada por los rayos X, se desdibuja y con ella parece diluirse la noción de identidad.
G. R. afirma que en su obra el adentro y el afuera se anulan y se revelan tan falsos, como las "dos" caras en la cinta de Moebius.

Rodeando la batea, un corredor limita el círculo de agua y lo convierte en un pozo, un escenario, un espejo. La idea del tránsito del cuerpo en el agua, y el de la sangre en el cuerpo, se ve acompañada por la intervención del espectador que transita a su vez alrededor de la instalación, y a su paso, registrado por sensores, modifica el sonido y las imágenes proyectadas que para el artista sugieren el viaje de Ulises.

El viajero se detiene y una baranda lo proteje. Al apoyarse en su borde y contemplar la superficie del agua, emergen borrosas visiones de cuerpos confundiéndose con la marea, o el flujo de la sangre que enturbia el agua. Lectura hipnótica y engañosa. El viaje de Edipo.

| volver atrás |