Basado en la estructura de un videojuego, la pieza propone la observación de una serie de fotografías y realizar una elección entre un par de opciones arbitrarias (opresión-devoción, protección-inmunidad, etc). A partir de cada elección, cambiará el rol del jugador dentro del juego, identificándose con uno u otro de los personajes de la fotografía.
Videojuego en CDROM, ordenador, sistema de sonido, proyector.
Dimensiones variables
1997
Esta obra fue parte de una instalación exhibida en el I.C.I. de Buenos Aires (actual Centro Cultural de España en Buenos Aires), en junio de 1997.
Aquí podemos ver una adaptación para Internet del CD ROM
Del polvo entre el sistema general de los lenguajes y el signo de los tiempos nace siempre un número limitado de metáforas: el profeta como un pastor, el cuerpo como máquina, las ideologías (ajenas) como virus, el alma como una pantalla, el cerebro como una computadora. No es casual entonces que los artistas alimenten el concepto de vanguardia con los medios que surten las disciplinas de la técnica contemporánea.
A partir de la idea de “programa”, Gustavo Romano arma ecuaciones de materias y de objetos, sin soporte material, salvo el del proyector. Juego: la proyección es tanto la resolución presente pero engañosa -excepto que algún salvaje crea que lo que se ve está pegado, colgado de las paredes- de algo que no existe, como recurso retórico de un aludido que no se reconoce como figura en los pliegues del discurso ajeno y replica “No proyectes”.
“Yo”, “el”, “esposo”, “ex esposo”, “ella”, “coche”, “perro”, “cosa” (sobre todo “cosa”) son el cuerpo nominal de esa ecuación, son los determinadores de funciones. El capricho de la sustitución es aparente (de eso se trata), tan aparente como la neutralidad: la sucesión de postales implica posiciones de dominación, igualdad o sometimiento. El yo - a esta altura un entrecomillado, una idea- , se desdibuja, es una etiqueta puesta sobre la cara, el vientre o los ojos de distintos roles. También es aparente la elección. La multiplicidad de futuros posibles está limitada, prevista por un programa. Es el puente vil que el genio de Microsoft creó para que uniera el territorio de Ninguna con el de Parte.
¿Qué hace Gustavo Romano con ese legado? Construye un espejo del determinismo (esa fórmula religiosa por antonomasia que el liberalismo entroniza como ideología propia). ¿Qué denuncia eso? Que para las víctimas del presente ganar o perder es sólo una posición dentro de la imagen.
Como un marqués de Sade frío, que se alimenta de la pornografía de la combinación para que la geometría del desamor se escape al contacto de la carne.
El mérito de las imágenes de Gustavo Romano es que en ellas no hay virtud, y el infortunio para el espectador es que tampoco encuentra calma.
Texto de Daniel Guebel para el catálogo de la exposición. Buenos Aires, 1997.
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